Es muy común que todos los seres humanos le tengamos miedo a los temblores. Y es que lejos de ser un signo de debilidad, el miedo es una manifestación de nuestro instinto de conservación. O dicho de manera más simple, el miedo es una reacción automática que manifiesta nuestro deseo por mantenernos vivos.
Como siempre, todo empieza por la biología: Al sentirnos en una situación nueva y donde percibimos que hemos perdido toda posibilidad de control, se activa la Amígdala, una de las partes más primitivas de nuestro cerebro. Entonces nos preparamos para una de dos conductas: Atacar o huir. En un segundo momento, se activa la corteza cerebral: Sí, esa superficie color rosa tan característica, con apariencia de tela arrugada. Dicho color se debe a la gran cantidad de neuronas que la conforman. Esta superficie constituye una red incontable de conexiones a través de la que podemos establecer, ya no sólo dos conductas, sino todo un repertorio de recuerdos, tanto agradables como aversivos. Y especialmente el miedo hace que se active una especie de película interna que basada en los pocos datos que tenemos a la mano, completamos la historia de los que estamos experimentando. El problema, es que en esa situación de miedo, por lo general, la película no termina en final feliz, sino en una catástrofe que nos hace sentir aún más miedo y por lo tanto nos da material para hacer toda una saga de terror con precuela incluida. ¿Qué se puede hacer en este caso? ¿Cómo podemos salir del teatro de nuestros pensamientos?:
La primera e indispensable opción: es, como diría Freud: “Hacer consciente lo inconsciente”. Esto es, percatarnos de que lo que está pasando por nuestra cabeza, sólo es la consecuencia de la activación de nuestros miedos más profundos. Y es que si le tenemos miedo a los sismos, le tenemos aún más miedo a los temblores internos: A sentir que con todo y nuestras redes, gadgets inteligentes, y nuestros edificios de cincuenta pisos, seguimos siendo unas frágiles hormigas, o incluso más vulnerables, ya que las hormigas pueden ponerse a salvo en cada rincón. Pues así es, los temblores echan por tierra nuestras ilusiones de grandeza y omnipotencia.
Bien, ¿qué hacer en caso de una movida de tapete? Lo mismo que hemos hecho desde que somos homo sapiens. Reunirnos en grupos y hablar acerca de lo ocurrido. Y si somos mexicanos también ayuda mucho reírnos de puros nervios. Esto nos ayuda a sentir que recuperamos por un rato la sensación de ser poderosos. Y de que incluso en la Ciudad de México ya tenemos edificios que resisten sismos de más de diez grados Richter. Y por si fuera poco ya tenemos la alarma sísmica que aunque sea por quince segundos, podemos predecir los temblores. Bueno, a veces quince segundos son la diferencia entre la vida y la muerte.
Recapitulando:
- Es necesario concientizar el miedo y hacer ejercicios de respiración, lo que nos ayuda a recuperar la sensación de auto control. Así manejamos el flujo de imágenes que constituyen el pensamiento. Aquí ya somos como el director de la película y podemos concluirla de la manera que más nos guste.
- Lo adecuado es platicar con nuestros seres queridos, sentirnos acompañados y compartir las vivencias, lo que nos permite recordar que unidos somos más fuertes. Esto suele funcionar, debido a que lo que se activa en un temblor es aquello a lo que los psicólogos le llaman “Ansiedad de separación”. Esto es, estar solo antes un peligro, o a perder el contacto con alguien a quien estimamos. Al platicar reestablecemos la posibilidad de sentirnos entendidos por los demás.
- Si lo anterior no funciona, entonces es momento de ir pensando en la posibilidad de buscar ayuda profesional:
- Apoyo psicológico. Ayuda a reconocer las causas del problema y promueve el autoconocimiento.
- Apoyo médico: Contrarresta los síntomas de la ansiedad y de la angustia.
- Apoyo religioso: Fortalece tu espiritualidad.
- Técnicas alternativas (meditación, homeopatía, acupuntura) permiten una mejor canalización de las emociones.
Ni modo, es parte del precio que hay que pagar por vivir en el D.F. hoy Ciudad de México. La historia reciente nos lo dice muy claramente. Fechas como 1957, 1985 y ahora 2017 nos recuerdan que vivimos en una zona sísmica. Gracias a Dios, la historia también nos dice que con esfuerzo y unión se construye la Solidaridad. Seamos como el Ángel de la Independencia, que en realidad es una victoria alada. Integremos nuestras piezas y volvamos a emprender el vuelo.
Conócete a ti mismo:
-Después de haber estado expuesto a un temblor, o a una pérdida,
-Si contantemente sientes que vuelve a temblar,
-Si sueñas repetidamente que escuchas ruidos en las paredes o explosiones,
-Si evitas asistir a lugares abiertos o muy ruidosos,
-Si sin proponértelo vienen a tu mente imágenes de bardas caídas, personas desmayadas o accidentadas,
-Si en momentos te sientes culpable por tener una vida estable,
-O si físicamente muestras temblor de manos, respiración rápida o dolor de cabeza, es muy probable que estés presentando síntomas de tremofobia (del latín tremor – temblor y fobia, del griego – temor).
Recomendación final: no veas mucha televisión ni videos de temblores. Y recuerda, la réplica siempre es más leve.
Si te interesa conocer más acerca de este tema, contáctate:
Psic. Enrique Murguia Diaz Muñoz.