Ansiedad
La ansiedad parece ser un mal necesario; es imposible vivir sin ella y en ciertas ocasiones se convierte en un “motor” que nos obliga a movernos hacia la posibilidad de disminuirla o “eclipsarla”, aunque sea en forma temporal.
Una imagen conocida que puede explicar cómo nos movemos gracias a la ansiedad es la siguiente. Imagina una carreta jalada por una bestia de carga que busca -sin alcanzar jamás- una apetecible zanahoria que la motiva a caminar. Guardando las debidas proporciones, con la imagen ejemplificamos que todos en nuestra cotidianidad tenemos pendientes (zanahorias) que resolver y la energía que nos mueve, la obligación de atenderlos, a veces se acompaña de ciertos niveles de ansiedad -o desesperación- que ayudan a completar nuestras tareas de todos los días (carreta).
Seguro causarán un efecto en tu ánimo y hasta en tu cuerpo.
Algunas veces podemos detectar lo que provoca la ansiedad que impulsa hacia un objetivo; la zanahoria puede tener un nombre concreto: “Estoy angustiado(a) porque tengo examen mañana y no me preparé lo suficiente”; “Me angustia que tengo que realizar un pago y no completo la cantidad”, etc.
Dosis de ansiedad
En ocasiones puede costar trabajo manejar “la dosis de ansiedad” que nos invade; a veces es demasiada y puede llegar a “paralizar” mientras en otras es manejable y puede “movilizar” para resolver los problemas que la disparan. Del mismo modo, si no contamos con un mínimo de ansiedad, posiblemente no nos preocupemos lo suficiente para resolver nuestras obligaciones y tareas cotidianas que requieren de nuestra atención, cuidado y a veces pasión.
Los proyectos y pendientes, cuando no se hacen y se posponen, nos “gritan” para que los atendamos. Poco a poco se acumulan y se revierten contra uno en forma de una ansiedad abrumadora; el ruido de las alarmas se vuelve inconmensurable. Aunque se quieran evitar, los pendientes se hacen patentes tarde o temprano y se acompañan de una culpa que puede ser previsible y evitable. Así, la víctima y el victimario que exigen respuestas se encuentran en uno; uno es tanto el obstáculo como la respuesta. ¿Quién ganará el día de hoy, el que posterga las tareas o el que las ejecuta para tener momentos de paz consigo mismo?
Pensamientos suicidas.
Los pensamientos suicidas son una expresión mental que nos indica que hay “algo” que queremos eliminar de nosotros, que ya no soportamos. Tenemos entre nuestras expresiones una que dice: “Ahí Muere”; la usamos cuando queremos indicar que lo que estábamos viviendo, experimentando o compartiendo necesita detenerse porque ya no lo toleramos. Ya fue. Es una sensación que puede aparecer de manera recurrente ante la desesperación de no saber qué hacer con las circunstancias o conflictos que nos inundan. El “querer morir” es una frase que la mente crea como un deseo de “amputar” una parte de nosotros; una fantasía imposible de que al morir, el día de mañana se estará “incompleto” pero tranquilo.
Por momentos siento mucha ansiedad, como mucho enojo y luego siento mucha depresión, no sé bien por qué, es todo. Tengo pensamientos a callejón muerto.Estudiante de la Ibero
Debemos asumir que la intolerancia ante el dolor agudo -una pérdida importante, un fracaso, etc.- nos lleva fácilmente a la idea de “desaparecernos” por la imposibilidad de desaparecer algún malestar que sabemos será duradero y que escapará de nuestro control y voluntad. Antes de que se acumule tanta ansiedad puedes pedir ayuda.
Los tanatólogos son expertos en los temas relacionados con la muerte y mencionan que morir puede ser fácil aunque sea una decisión muy difícil. Y agregan que lo más complicado es mantener el coraje y el compromiso de vivir con todo lo complicada que pueda ser la rutina y las exigencias de la vida.
¿Valentía del cobarde o cobardía del valiente?
Si se acaricia con frecuencia la idea de morir y si se suele planear la forma ideal de conseguirlo, puede convertirse en el mayor acto de valentía de un cobarde o en el mayor acto de cobardía de un valiente. El error está en que la muerte no se mide con estos esquemas, sólo la vida exige mostrarnos a nosotros mismos la fortaleza que se acumula con los años. Las agallas para vivir son las que tienen mucho más peso para lo difícil y maravilloso que nos depara aún nuestra vida y para quienes nos acompañan y acompañarán.
Lo que no podemos dejar que se acumule es la desesperanza en nuestras vidas. Para eso se requiere de un ánimo que viene de nuestro compromiso por recrearnos en todos los sentidos; afortunadamente hay más razones para vivir que para no hacerlo.
Eliminemos de forma creativa las cargas de nuestra cotidianidad y avancemos hacia nuevos proyectos con la innumerable cantidad de opciones que con tanta plenitud nos ofrece la vida.
Mario Bejos
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