La autoestima tiene sus orígenes en los primeros años de la vida de un sujeto; desde el inicio se van fijando en el cerebro una serie de imágenes, palabras, sensaciones que aunque no se recuerden han sido alojadas en el inconsciente y desde ahí tienen un importante efecto en la vida.
En la autoestima, como en un río, confluyen una serie de afluentes: una historia, los logros personales, el establecimiento de relaciones interpersonales con sus respectivos vínculos afectivos, los planes individuales así como los colectivos que al proyectarse hacia el futuro alimentan el presente.
La conciencia de sí y estima de sí, elementos de la autoestima, son el producto de lo que tú crees y de lo que los demás -padres, familia, profesores, amigos, pareja- opinan y esperan de ti; condición que abarca y define el ambiente de nuestra vida. La autoestima es un aspecto más interior que exterior de nosotros, una relación con uno mismo que se moldea y que se manifiesta en una serie de acontecimientos cotidianos.
Hay ocasiones que como producto del vaivén que la vida nos presenta y la serie de factores que intervienen en la configuración de la autoestima el sentimiento de sí es un tanto turbulento e inestable. Las experiencias gratificantes o frustrantes en las relaciones con otros, la sensación –real o fantaseada- de rechazo o estima por los demás, la distancia que existe entre el ideal de sí mismo y los logros obtenidos, la imagen del cuerpo saludable y suficientemente agradable o por el contrario las enfermedades, cambios o rasgos corporales indeseables son aspectos que intervienen en la configuración del sentimiento de sí.
En el servicio de asesoría psicológica de la Ibero, las perturbaciones a la autoestima son motivos frecuentes de consulta en una diversidad de manifestaciones, entre las que destacan:
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Realmente no sé lo que quiero, no tengo ánimo de hacer lo que me gusta y a veces creo que no soy nadie. No hago nada ni por mí misma ni por nadie. Tengo gran desconfianza en mi misma, lo que se transforma en miedo a hacer las cosas. Por ejemplo, sé manejar pero no me atrevo a usar el coche. Todo esto me genera muchas frustración.Estudiante de la Ibero
La autoestima lleva consigo un cuestionamiento permanente pero cuando se rebasa la capacidad de respuesta por las exigencias con uno mismo y las que se han establecido con el exterior (familia, escuela, social, pareja) es posible que se reaccione con tristeza, irritabilidad y/o ansiedad ante la frustración e impotencia por no alcanzar la(s) meta(s) establecida(s). La intensidad y recurrencia de esas emociones son el termómetro para evaluar si se trata de una situación temporal superable o se ha venido establecido una condición de minusvalía donde la distancia entre el ideal de uno mismo y los logros conseguidos es cada vez mayor.
En el caso de ser algo circunstancial o temporal, el expresar los sentimientos negativos y tolerar la frustración puede ser una vía para restablecer el equilibrio. Cuando la baja autoestima es una constante que afecta varias áreas de la vida muy probablemente se requiera de una psicoterapia para un esclarecimiento de los conflictos presentes.
Martha Uribe
¡Si te gustó el artículo, escríbenos! |