El miedo es una emoción universal que sienten y expresan de la misma manera los seres humanos de todas las culturas. El miedo se produce ante la presencia de un peligro y provoca un sentimiento de tensión, desagrado e inquietud; el sistema nervioso autónomo se activa y produce malestares de tipo respiratorio, cardiovascular o digestivo y en un episodio intenso puede escalar hasta un ataque de pánico. La sensación es de falta el control y la reacción puede ser la lucha, la huída, la inmovilización o la sumisión.
En la vida cotidiana el miedo es un sentimiento que se experimenta en diferentes grados antes múltiples situaciones que cada quien, desde su propia forma de ser, experimenta como peligro. Hay quien puede sentir miedo ante la posibilidad de opinar en clase, exponer frente al grupo o simplemente preguntar o aceptar una invitación al cine.
Miedo y ansiedad
La inquietud que causa excitación y efectos agradables en contraste con la inquietud que causa ansiedad y efectos desagradables puede ejemplificarse de la siguiente manera:
La intranquilidad que se siente momentos antes de realizar un viaje muy esperado provoca una condición agradable de excitación. La inquietud y tensión no será la misma cuando se esperan los resultados de una cirugía -con pronóstico delicado- a la que está sometido un ser querido; en este caso se hablará de una condición desagradable y por tanto de ansiedad.
Asimismo, la ansiedad que se experimenta sin causa conocida estaría en el terreno de la angustia y con causa conocida en el terreno del miedo.
Miedos aprendidos
Hay personas que viven un equilibrio tan frágil que cualquier situación desemboca en ansiedad; como al preferir quedarse en casa para no ir de vacaciones y tener que soportar las tensiones de los cambios, al evitar los festejos que ponen en juego habilidades interpersonales o incluso en quienes temen el triunfo por la mayor exposición y responsabilidad que representa.
Miedos aprendidos
Hay miedos innatos y miedos adquiridos. Ejemplo de los primeros son los estímulos repentinos e intensos, como ocurre ante un fogonazo, un ruido intenso o al perder la orientación en un espacio dado. En cambio, algunos miedos se aprenden por imitación, por experiencia directa y por transmisión de información; como por ejemplo, el niño al que su madre, angustiada, lo retira ante la presencia de cualquier perro y éste, más grande, siente fobia hacia los perros incluso en situaciones sin peligro aparente.
La manera como se habla en una familia de los problemas, de los conflictos y del miedo influye en el carácter temeroso o arriesgado del niño, quien aprende en la familia cómo enfrentarse con el miedo. La poderosa o débil dotación de recursos de afrontamiento para enfrentar el miedo va a aumentar o disminuir el sentimiento de temor. La calidad de vida depende en gran medida de cómo seamos capaces de afrontar los peligros que percibimos.
Martha Uribe
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